A MI PADRE

Nunca te demuestro todo lo que realmente siento por ti, ni lo que significas para mí. Pero ya me conoces, y tú mejor que nadie. Desde bien pequeña he sentido admiración por ti, por tu forma de ser. Eres un hombre íntegro, con unos principios envidiables, con una humildad y generosidad que le hace falta a mucha gente. Y verás, con el paso del tiempo te vas dando cuenta de muchas cosas, vas valorando detalles que antes pasaban desapercibidos ante tus ojos y echas en falta muchas cosas del pasado, como cuando me quedaba dormida en el sofá con tus cosquillas y me despertaba en mi cama. Y es ahora cuando más me doy cuenta de que he recibido de ti algo que no tendré vidas para pagártelo.

Me emociono cada vez que alguien en el pueblo me habla sobre ti. Siempre son palabras buenas, como para no. Algo harás bien, ¿no, jefe?. Pero, sobre todo, me encanta que me digan “eres igual que tu padre”. Sí, nos parecemos en muchas cosas. Tenemos los mismos ojos, las mismas manos e, incluso, la misma manera de hablar. Pero ojalá llegara a ser en mi vida la mitad de lo que has llegado a ser tú. Ojalá algún día alguien me quiera y me mime como tú lo haces con mamá, ojalá algún día le de a mis hijos tantos valores como tú nos has dado a nosotros, ojalá algún día consiga tener el corazón que tú tienes.

Gracias papá, gracias de verdad. Por todo. Sí, porque me lo has dado todo y, gracias a ti, hoy en día soy quien soy y estoy donde estoy gracias a ti, sin olvidarme también de mamá. Si volviera a vivir tan solo pediría una cosa: que mi padre, volviera a ser mi padre. Te quiero con todas las fuerzas de mi ser.